martes, 8 de marzo de 2011

Por suerte sé caer bien.

                                               



¿Te acuerdas cuando eras pequeña y te ponías a correr como una loca, aunque tu madre no te dejara? Y tantas veces que mi madre me dijo: “Pequeña, te vas a caer” pero la pequeña no paraba. No había nada ni nadie que hiciera que pararas. Y mil veces que me acabé cayendo y llorando, muchas veces yo sola por no saber parar y otras muchas por culpa de gente que te pone la zancadilla.


Pues he aprendido que la vida es igual que ese jugo de niños. Exactamente igual.


Tantas veces que hice lo que sentía, me deje llevar; siempre hay alguien que te avisa del peligro pero no hay cosa que más te lance que dicho peligro. Y mil veces que caí yo sola por, tal vez, ir demasiado rápido o por mirar hacía detrás. Pero las caídas que más duelen son las que te provocan...


Pero aún así te levantas, siempre te levantas, a veces con ayuda y muchas veces sola. Pero te levantas y sales corriendo de nuevo. Quizás al principio con algo de miedo pero acabas corriendo sin acordarte que caíste.

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