No hay cosa que más desee una mujer que el hecho de sentirse deseada. Probablemente es porque nuestra manera de ser siempre va a ser un poquito más superficial y algo más inseguras. Eso no quiere decir que seamos frías y sólo nos fijemos en el exterior pero sí que nos gusta estar guapas, sentirnos especiales, miradas y ante todo envidiadas. Nos gusta maquillarnos para destacar nuestra belleza, el rojo carmín en nuestros labios y pestañas infinitas. Un vestido perfecto y acorde a nuestro cuerpo, el más bonito jamás visto. Unos tacones clásicos, que estilices nuestras piernas y parezcan increíblemente largas. Nos gustan los bucles en el pelo o el liso más extremo, nos gusta destacar. Esa sensación de que tu novio no te quiere soltar la mano ya que está orgulloso de lo que de él cuelga. Esa manera de andar, segura, sabiendo que gustas, que te miran envelesados, nos fascina saber que hemos acertado, que gustamos y que nos podemos comer el mundo. Pero si algo he aprendido es que eso es solo una apariencia y que no hay nada de nada que haga a una persona más guapa y más especial que una sonrisa y ese brillo natural de tu mirar.
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